De la pradera habían
desaparecido los animales, los ríos, la lluvia, los jueves. Todo. Sólo de vez
en cuando se podía ver un sueño huérfano arrastrándose entre las piedras y
cuando ese sueño aparecía, él volvía a ser lo que siempre había sido: un
cazador de unicornios.
Texto e imagen: Ana&Heterónimas.©