Y Edipo caminó por toda la
tierra con las cuencas de los ojos vacías. Maldecido. Maldiciendo. Pero como no
era un monstruo, y no podía dejar de ser humano, de sus ojos siguieron naciendo
sueños.
Vino la Muerte. Y no tenía tus ojos. Tenía ojos de cordero degollado. Todo el mundo sabe que yo solo me voy con desconocidos si tienen los ojos bonitos; así que si vuelve y pregunta por mí, dile que no estoy, que he salido.
Hay que llegar pronto, no sé dónde, no llegar jamás, el caso es ir, ir y después venir, con el bullicio a punto. El asunto está en el ir-venir-adiós que tengo prisa-, llegarluego marchar, que tengo mucha prisa, prisa, prisa, prisa, que tengo mucha prisa de tener prisa.
Ser Camanautas es una aventura excitante. Cuando pase el expreso de las 2 menos cuarto vamos a comprender, por fin, la belleza del punto y coma de la que hablaba el escritor; porque una de dos: o nos dan unos cuantos puntos o directamente pasamos al coma.
¡Ay, Eva! Con lo feliz que estabas en aquel jardín nudista paseando entre los árboles con Adán. Alargabas la mano y comías. Nada de fregar platos. Jugabas con los ángeles, que aunque todo el mundo sabe que no tienen sexo, tocan como nadie la mandolina. Allí cotilleabas con la serpiente de asuntos banales y os echabais unas risas. Nada de asuntos científicos más allá del bien y del mal. A ti qué te importaban. ¿Y ahora qué? Aquello no era una manzana. Era la obligación de trabajar. Así que no vengas ahora con quejas sobre lo aburrido que resulta lavar y planchar todos los días la hoja de parra.
No dejéis morir a los viejos profetas pues alzaron su voz contra la usura que ciega nuestros ojos con óxidos oscuros, la voz que viene del desierto, el animal desnudo que sale de las aguas para fundar un reino de inocencia, la ira que despliega el mundo en alas, el pájaro abrasado de los apocalipsis, las antiguas palabras, las ciudades perdidas, el despertar del sol como dádiva cierta en la mano del hombre.