Amor,
que no dispensa de amar al que es amado, hizo que me entregara vivamente al
placer de que se embriagaba éste, que, como ves, no me abandona nunca. Amor nos
condujo a la misma muerte. No hay mayor dolor que acordarse del tiempo feliz en
la miseria. Leíamos un día por pasatiempo las aventuras de Lancelote y de qué modo
cayó en las redes del Amor. Estábamos solos y sin abrigar sospecha alguna.
Aquella lectura hizo que nuestros ojos se buscaran muchas veces y que
palideciera nuestro semblante; mas un solo pasaje fue el que decidió de nosotros.
Cuando leímos que la deseada sonrisa de su amada Ginebra fue interrumpida por el beso del amante, éste,
que jamás se ha de separar de mí, me besó tembloroso en la boca. Aquel día ya
no leímos más.
Texto: La Divina Comedia .Dante.
Historia de Paolo y Francesca da Rimini.
Canto V
Imagen: Ana&Rquía.©