Nunca
olvidaré el sonido que hacían las monedas al caer dentro de la lata. Yo era un
niño y me apetecía morder aquel sonido. Misas a las ocho de la mañana. Mártires
de escayola, convulsos por cólicos místicos. Retablos pavorosos y yo pensando:-¿Esto
será el Cielo? lleno de miedo al Cielo. Las personas parecían sufrir más que en
el Infierno donde, por lo menos, se reían unos diablos con cuernecillos.
Peludos, con cola, cargados de tridentes y fuego. Estar muerto en un lado o en
el otro daría igual, el terror era idéntico. Decidí seguir vivo y pequeño y lo
bien que hice. Y la caja de las limosnas era enorme, de madera, con la leyenda
Almas del Purgatorio por fuera. No entiendo del todo el mecanismo, pero la idea
era que, metiendo dinero en la ranura, un alma entre otras, y desconozco el
criterio de la elección, abandonaba el Purgatorio y batía sus alas hacia el
Cielo de los mártires, libre de llamaradas. Esta faceta comercial me intrigaba,
como si Dios dirigiese una banda dedicada al secuestro de los espíritus, a los
que atormentaba con los tridentes susodichos hasta que la gente los rescataba.
Hay quien va a la trena por menos y no entendía cuál era el motivo de que no
hubiese una orden de captura contra Dios. ¿Y qué haría Él con la pasta de los
rescates? No lo imaginaba comprando coches o casas. ¿Se revolcaría como el Tío
Gilito encima de su fortuna inmensa?
Texto: Antonio Lobo Antunes
Imagen: Ana&Rquía.©
Música: Hildegard von Bingen.
Música sacra medieval http://www.youtube.com/watch?v=A2N9aYd8k4E
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