He
descubierto que padezco el síndrome de “las oscuras golondrinas”. Me niego a
aceptar que aquellas golondrinas que aprendieron nuestros nombres ya nunca volverán.
El
corazón de Juan Ramón es como una nube grande, enmarañada, suave. Es un corazón
tan blando, por dentro y por fuera, que se diría todo de algodón. Sólo los
espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal
negro.
Juan
Ramón dice que Platero es el Marco Aurelio de las Praderas.
¡Y
después dicen que los burros no saben nada!
100
años de Platero y yo de Juan Ramón Jiménez,
1914-2014.
¿Te
acuerdas? He vivido dos siglos, dos minutos, sobre un pecho latiente, he visto
golondrinas de plomo triste anidadas en ojos y una mejilla rota por una letra. La
soledad de lo inmenso mientras medía la capacidad de una gota.
Hecho
pura memoria, hecho aliento de pájaro, he volado sobre los amaneceres
espinosos, sobre lo que no puede tocarse con las manos.