Y
un día nos levantamos y todos teníamos fiebre. Fiebre de vida. Nos convertimos
en Existencialistas de golpe. Nos empeñábamos en existir aún con la respiración
entrecortada o asistida, o como fuera. Respirar, pulmones, neumonía, eran ecos
de palabras que se repetían. Miraras donde miraras, oyeras lo que oyeras,
hablaras lo que hablaras. Y de repente supimos
que el infierno era una fiebre ardiente que produce escalofríos. Unos
escalofríos que engendraba el delirio de
una muerte en soledad, el delirio de la confusión de tumbas, el delirio de la
pérdida de las cenizas. Y así seguimos, entre el delirio, el temblor y la fiebre, hasta que el Existencialismo se
nos pase y busquemos otro ismo para pasar el rato.
Texto
e imagen: Ana&Heterónimas.©
Música: Fever - Peggy
Lee