La primera vez que tropecé con Ciorán fue en Breviario de podredumbre y en Del inconveniente de haber nacido.Y no fue por casualidad.Ya llevaba conmigo,a pesar de mi juventud, la suficiente cantidad de vacío y tedio como para reventar bajo el peso de tanta inexistencia. Después vinieron más tropezones, todos buscados.¿ Quien se puede resistir a la atracción de libros con estos nombres ?: Silogismos de la amargura, Desgarradura, La tentación de existir, La caída en el tiempo, El aciago demiurgo, Ese Maldito yo (mi favorito).Y muchos más. Con ellos, me di cuenta que entre Ciorán y yo existía la complicidad que da la afinidad de temperamentos: Los dos somos espíritus insomnes. Al igual que él soy inepta para la sabiduría y sin embargo, tengo una gran ansia de saber. La idea de suicidio como puerta que conduce a la libertad no me es ajena. Y sin la ironía, como él, no podría vivir.
Intoxicada por su lucidez y su humor, a partes iguales, me sé muchos de sus aforismos de memoria, y acuden con frecuencia a mi mente en diversas ocasiones, sin que yo los llame:” Morir es probar que sabemos defendernos”/ “Todo el mundo me exaspera. Pero me gusta reír. Y no puedo reír solo”.Y uno de los más divertidos,”En cuanto salgo a la calle, pienso:¡ Qué perfección en la parodia del Infierno! Texto e imagen: Ana&Rquía.©